Esta semana, en clase de Lenguajes de la Comunicación, tuvimos un debate febril, pero racional, entorno a nuestras distintas posturas de lo que entendíamos por Dios. Naturalmente, hubo un universo amplio de concepciones dirigidas a la figura emblemática de un ser superior. Algunas personas abordaron el tema desde un plano estrictamente espiritual, y sostuvieron que Dios es un ente que solo puede percibirse a través del alma y de la oración; no es posible crear un concepto definitivo, precisamente por el hecho de que las personas que así conciben la idea de un Dios, están empleando un modo de pensamiento idealista subjetivo. Los elementos constituyentes de estos, no pueden ser analizados científicamente, lo cual sugiere una batalla tenaz de contradicciones: lo que puede ser analizado y diagnosticado siguiendo un riguroso método de validación y confiabilidad, y lo que solo puede tener una forma subjetiva, sin una aplicación universal.
Mis compañeros y yo, llegamos, a través de una depuración de información, a un punto en común; y de él, empezamos a estructurar nuestra postura. Unos decían que sí, en efecto, creen en un ser superior que dio movimiento y creó espacio, pero que les parece difícil acercarse a él sin parecer irracionales. Otros, proyectaron su información desde un plano completamente indiferente; diciendo que no les interesa creer en una figura dogmatizada, y prefieren invertir su tiempo en un tema que sea material y observable. Pero, finalmente, todos arribamos a un punto en común: Dios como algo (y digo "algo", porque para mí y para muchos, no está claro el concepto de Dios. Quizá porque no me he atrevido a buscarlo de una manera ciega) que satisface un vacío existencial dentro de nosotros.
Los seis integrantes de mi grupo sostuvimos lo siguiente: la figura de Dios fue impuesta por la iglesia católica para desarrollar una ideología que pudiese tener una función de control en todos los ámbitos de la sociedad: política, cultura, economía (en especial esta), etc. Siendo así, Dios: un elemento controlado y divulgado por la iglesia católica con grandes pérdidas de sentido original. Creemos que si este personaje más importante de la historia universal, fue real y sus instituciones (me refiero a todas las religiones que profesan su nombre) se apegaran absolutamente a sus planteamientos y su sistema moral, sin ánimos de lucrar con el dinero recabado en recintos religiosos, sin buscar limitar la libertad de las personas, sin avidez de imponer un dogma; la iglesia, como la conocemos hoy, sería muy diferente, más sensible a las necesidades del pueblo.
Personalmente, me considero una persona que busca el conocimiento irrefutable y científico. Como les comentaba a mis compañeros, me es increíblemente inconcebible creer en una persona o ente superior que haya dotado a este mundo de movimiento, espacio y tiempo. Siempre he creído en el conocimiento que fue llevado por una serie de pasos científicos para dictaminar su validez y confiabilidad. Claro, hay muchas personas que prefieren que les impongan un dogma y no lo cuestionan, porque de esa manera llenan ese vacío, incertidumbre, y desasosiego con ideales (que muchas veces) están infundados. Yo tengo mis dogmas, pero los cuestioné y los acepté como válidos, después de una exhausta reflexión personal. Allí no creo exista un dogma,
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